¿Por qué los científicos le ponen nombres raros a la biodiversidad?

Nombres científicos portada

Si alguna vez has escuchado a un biólogo(a) referirse a alguna especie de animal, planta o en general cualquier ser vivo, habrás notado que usa nombres un tanto raros. Hasta parece que estuviera hablando en otro idioma. Estos nombres extraños se denominan nombres científicos, y el día de hoy aprenderemos todo sobre su origen, razón de uso y demás conceptos relacionados.

¿Por qué no usar simplemente los nombres de toda la vida? Es mucho más fácil decir «perro» que Canis lupus familiaris, o turpial montañero en vez de Icterus chrysater. ¿Para qué complicarse la vida?

Bien. Resulta que existe un problema que no hemos notado y es nuestra gran diversidad de culturas, expresiones y por ende, nombres. En el caso de Colombia, si estás en Antioquia y dices «turpial montañero», puede que te entiendan sin problema, pero si te mueves a otro departamento, es probable que lo que conoces en Antioquia como turpial sea llamado de una forma totalmente distinta.

Esto plantea un gran problema de comunicación. ¿Cómo resolverlo? ¿Será que existe alguna forma de referirse a una especie y que sea entendida por alguien en cualquier lugar del planeta? La solución existe, y son los nombres científicos.

El origen de los nombres científicos

Hace casi 300 años, un naturalista llamado Carlos Linneo (o Carl von Linné), pensó también en este problema. Él notaba que los estudiosos de esa época tenían maneras muy diferentes para referirse a una especie, nombres que variaban según la ubicación geográfica y el idioma. Fue allí donde Linneo tuvo la idea de crear un sistema de clasificación de la vida, una serie de normas para nombrar a los organismos, de modo que hubiera un consenso y se acabara con la confusión a la hora de referirse a las especies. Linneo creó el sistema de nomenclatura binomial.

¿Y qué es eso? Este sistema simplemente indica que los nombres de las especies deberían estar conformados por dos palabras: la primera, denominada género, y la segunda, llamada epíteto o nombre específico. También se indicó que los nombres científicos irían en cursiva, y que la primera letra del género iría en mayúscula, mientras que el resto de palabras del nombre se escribirían en minúscula.

Así, el león, llevaría el nombre de Panthera leo; el ser humano, Homo sapiens, y así sucesivamente.

Muy bien. Ya entiendo la estructura de los nombres científicos, pero ¿de dónde sacaban esos nombres que suenan tan extraño?

La mayoría de estos nombres se derivan del latín o el griego, es por esto que pueden sonar poco familiares y en ocasiones, difíciles de pronunciar.

Linneo quería clasificar toda la vida de la tierra, por lo que emprendió el largo trabajo de publicar Systema naturae, un compendio de todas las especies conocidas hasta la fecha en la tierra, con descripciones sobre nuevas especies.

¿Y eso de describir, qué es?

Sucede que, una especie «surge» cuando alguien la describe. Y ese «surge» va entre comillas porque la biodiversidad existe independiente de nuestra capacidad de describirla. Los nombres son simples etiquetas que nos permiten entender mejor la inmensa diversidad de vida de la tierra, pero no dejan de ser algo subjetivo.

Pero bueno, volviendo al tema, un grupo de seres vivos son clasificados como especie cuando algún científico ha publicado una descripción de estos. Anteriormente las descripciones no eran muy detalladas y podían incluso no incluir dibujos; pero hoy en día, estas suelen contener bastantes detalles sobre la forma, tamaño, comportamiento y ecología de la especie descrita, además de ilustraciones y lo más importante, especímenes colectados.

Todas las especies descritas deberían tener, en teoría, un especímen de referencia, es decir, un individuo de la especie depositado en un museo, que fue el que se usó como comparación para definir la existencia de esa especie. A este primer individuo se le conoce como holotipo. Si para describir la especie se colectan otros individuos adicionales, estos serán denominados paratipos.

Existen muchos otros nombres para los especímenes colectados, que varían según las características de estos, pero no profundizaremos en ellos hoy. Puedes aprender más buscando sobre tipos nomenclaturales.

Lo importante es que ya sabemos que las especies son descritas por seres humanos a partir de individuos que son colectados y depositados en museos, pero ¿qué sucede si la persona que describió una especie tal vez se «equivocó» ya sea confundiéndola con otra o agrupando poblaciones muy diferentes bajo una misma especie ¿Los nombres se quedarán por siempre así o tienen la posibilidad de cambiar? La respuesta es: sí, cambian, y mucho.

¿Por qué los nombres científicos cambian?

El hecho de que los nombres científicos estén ligados al concepto de especie, y que esta sea un concepto meramente subjetivo, hace que cada cierto tiempo surjan nuevas investigaciones. Estas a menudo encuentran que lo que pensábamos que era una sola especie en realidad son muchas, y viceversa. Lo que pensaba un investigador años atrás puede ser refutado por otro, o incluso por él mismo, en años posteriores.

Es toda esta falseabilidad la que hace que los nombres científicos cambien tanto. Por supuesto hay muchos más factores que influyen en esto, pero para no hacer excesivamente largo y tedioso este post, lo dejaremos así.

Entonces ¿debería o no aprender sobre nombres científicos?

A pesar de los cambios que pueden tener los nombres de varias especies a lo largo del tiempo, es recomendable hacer el esfuerzo por entenderlos. Después de todo, aunque no es es perfecto, es el mejor y más actualizado sistema que tenemos, y en ocasiones, es el único.

Si bien, para grupos de especies bastante conocidos, como las aves, hay sistemas estandarizados de nombres en Inglés, para otros grupos menos estudiados, o increíblemente diversos como los insectos o plantas, simplemente no hay más nombres fuera de los nombres científicos. Son tantas las especies, o tan poco conocidas, que lo único que tenemos para referirnos a ellas son los nombres que los investigadores les han dado.

Además, muchos nombres científicos tienen un significado que ayuda a distinguir la especie por caracterísicas físicas, por ejemplo en el nombre científico del turpial montañero (Icterus chrysater), Icterus significa amarillo, y chrysater significa dorado oscuro.

Sin embargo, al aprender sobre nombres científicos, no deberíamos dejar de lado la riqueza de nombres comunes que un país como Colombia tiene. Tal diversidad también merece ser reconocida.

La conclusión es que para comunicarte de manera efectiva con alguien en un ámbito académico, y para no dejar ninguna duda sobre la especie a la que te estás refiriendo, lo mejor es que uses los nombres científicos; pero no olvides que muchas personas no los conocen, en ese caso, trata de usar nombres comunes, al tiempo que le enseñas a estas personas a asociarlos con nombres científicos.

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2 comentarios en «¿Por qué los científicos le ponen nombres raros a la biodiversidad?»

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