Ubicada en el corazón del macizo colombiano, esta Reserva Natural alberga una biodiversidad exhuberante. Su historia es larga, y sus fundadores han tenido que pasar por momentos de terror a lo largo de los años. Hoy en día esta reserva se ha convertido en un centro de investigaciones científicas para promover el conocimiento y la conservación de la biodiversidad. El presente artículo consiste en algunos relatos de viajes a este maravilloso lugar.
Es una fría mañana en la Finca Merenberg. La niebla se abre paso por todos los estratos del bosque. Grandes árboles, cubiertos completamente por el musgo, se han levantado hace siglos en las laderas de la reserva, donde se escucha el canto de las tángaras en el dosel, y de las grallarias a raz del suelo. Todo parece estar en calma, la calma caótica del bosque, con sus cientos de interacciones ocurriendo cada segundo. Pero ¿qué tuvo que pasar para que gran parte de este lugar permaneciera imperturbado hasta el día de hoy?
Lamentablemente, los esfuerzos de sus fundadores, de origen alemán, que llegaron a la región en la década de los 30’s, se han visto ahogados por la intolerancia. Tal como nos cuenta Svanhild Buch, sus antepasados encontraron en estas montañas un lugar dónde establecerse con tranquilidad. Allí, se dedicaron a las labores del campo, asignando las zonas planas para ganadería, y las laderas y afluentes como áreas de reserva natural.
Por desgracia, con el paso de los años esta zona dejó de estar aislada del país. Como se narra en el documental «Nuestra Tierra era Verde» (1976), todo comenzó con la creación de la carretera entre La Plata y Puracé, que por un lado permitió mayor accesibilidad al sitio, pero por otro trajo consigo el interés deforestador de campesinos, que arrasaron con los bosques nativos sin piedad. Esto llevó a conflictos y amenazas, pues los dueños de Merenberg no permitían la tala de árboles en sus predios. Lamentablemente, la intolerancia e ignorancia de los campesinos fue tal, que los llevó a asesinar a Matilde Kohlsdorf, esposa de Gunther Buch. A pesar de ello, esta familia siguió luchando por su tierra, soportando conflictos y adversidades, para conservar la reserva tal y como es ahora.
Para conocer más, visita : La historia de Merenberg contada por Svanhild Buch
Hoy en día, en estos bosques, caminos y laderas se ve reflejado todo el esfuerzo de su gente. Una biodiversidad exhuberante habita cada rincón y resiste al paso de los años. Al llegar a Merenberg se siente la magia de estar en un lugar con historia, y con justa razón, pues esta fue la primera Reserva Natural Privada de Colombia, declarada en el año 1970.
De por sí, la casas y su particular arquitectura, le dan al lugar un estilo especial y antiguo. En ocasiones algunas especies de aves, como la tángara carafuego (Tangara parzudakii) se posan en los tejados. La zona se encuentra rodeada de amplios jardines, que son visitados por una gran variedad de colibríes, desde incas (Coeligena coeligena), pasando por chillones (Colibri cyanotus) hasta colas de raqueta (Ocreatus underwoodii), por mencionar algunos.
Muy cerca de allí se encuentra un amplio bosque, que se extiende por toda la ladera cercana. Al caminar por los senderos puede observarse amplia variedad de plantas, como gesneriáceas, campanuláceas, asteráceas, etc. La humedad es alta y los musgos recubren los tallos y ramas de gruesos árboles, en cuyo dosel se escuchan los cantos de pequeñas tángaras, atrapamoscas, carpinteros, loros, tucanes y muchas más aves. Los monos aulladores (Alouatta seniculus) suelen andar por allí, recorriendo ágilmente las copas de yarumos, cedros y robles, mientras realizan su grave y potente vocalización, que retumba por todo el bosque.
Otro aspecto en el que se destaca Merenberg es su riqueza hídrica. Son varias las quebradas y cañadas que atraviesan el área de la reserva. Algunas discurren entre llanos rodeados de cercas vivas y potreros; otras se encañonan entre paredes de roca, cubiertas por abundante vegetación nativa. También, cerca de Merenberg queda La Candelaria, una inmensa cascada que cae sobre una hondonada de vegetación baja, labrada por el paso de los años y el constante flujo de estas aguas.
Al caminar por los potreros, es frecuente escuchar el canto de la pigua (Milvago chimachima) o del gavilán caminero (Rupornis magnirostris) perchado en la punta de algún árbol. Las zonas de arbustos que rodean algunos potreros sirven de hábitat para otras especies de aves, como el endémico gorrión montés oliváceo (Atlapetes fuscoolivaceus). Algunas bandadas de loros se perchan con frecuencia en el borde de los bosques, como es el caso del perico colirrojo (Pyrrhura melanura).
Toda esta biodiversidad no es exclusiva de las áreas boscosas. Incluso en las mismas cabañas es posible observar una variedad increíble de polillas y otros insectos, que llegan atraídas por las luces y se posan sobre la madera oscura de las paredes. A la hora de dormir, el frío, el silencio y el canto de algunas especies nocturnas como el búho ocelado (Ciccaba albitarsis), ambientan el lugar y le conceden una auténtica atmósfera de bosque de niebla.
Esta experiencia es compartida por decenas de grupos que vienen a investigar o conocer la biodiversidad de este lugar. Y en este aspecto la trayectoria de Merenberg no es poca. Desde los años 80’s Gunther se interesó por la investigación, promoviendo la realización de numerosos estudios, y recibiendo en sus predios a personas tan influyentes como el botánico Alwyn Gentry. El conflicto armado de las pasadas décadas diezmó considerablemente esta actividad, pero hoy en día Svanhild ha continuado con la firme convicción de aportar a la conservación en Colombia, apuntándole a esta reserva como un centro de investigaciones científicas.
Como fruto del trabajo de todos estos años, se tiene la importante cifra de 76 especies descritas allí, o las 312 especies de aves registradas hasta la fecha en la reserva y lugares cercanos -según el hotstpot de eBird-. Todo esto da cuenta de la importante labor de esta familia, que ha puesto a la conservación incluso por encima de sus derechos fundamentales, como la vida. Es necesario seguir dando toda la visibilidad posible a este encomiable trabajo, y esa fue la razón principal por la que hicimos este pequeño artículo. Esperamos que lo hayas disfrutado y te invitamos a seguir el trabajo de la Fundación Merenberg.
Más información
Si quieres saber un poco más sobre la historia de la reserva, te recomendamos este documental, titulado «Nuestra tierra era verde«, dirigido por Guillermo Cajiao.
Adicionalmente, te dejamos el link de la página de Facebook de «Merenberg, hotspot de los Andes», por siquieres conocer un poco más sobre el trabajo que realizan:
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