Este es el relato de un viaje muy especial, realizado en abril de 2019 al municipio de Campamento, Antioquia. Fue una salida de constante aprendizaje y asombro ante la inmensa diversidad de especies encontradas.
La oportunidad de visitar Campamento surgió gracias a una invitación de Julián Alzate, estudiante de Biología de la Universidad de Antioquia. La salida tenía como fin conocer un su tierra y tratar de estudiar una especie palma de cera muy rara en el país, denominada Ceroxylon sasaime.
Campamento está ubicado en la subregión Norte del departamento. Por desgracia este municipio ha sufrido de primera mano la violencia en Colombia, pero también se destaca por su riqueza hídrica y biológica, esta última poco estudiada hasta ahora.
Cerro Chimborazo
Al llegar a Campamento hicimos nuestro primer recorrido en la Reserva Natural del municipio, conocida como el Cerro Chimborazo. Este lugar tiene zonas de bosques y rastrojos secundarios, con una alta diversidad de árboles, arbustos, hierbas y epífitas, donde se destacan las orquídas. Además, Julian ha realizado registros de águila coronada (Spizaetus ornatus) en salidas anteriores a esta localidad.
En los bosques de chimborazo registramos especies como el carpintero cariblanco (Colaptes rubiginosus), el atrapamoscas montañero (Myiarchus cephalotes) o el montero ojiblanco (Chlorospingus flavopectus). Estuvimos el resto de la tarde recorriendo las quebradas y caminos mientras buscábamos insectos o plantas que llamaran nuestra atención.
Esta primer salida sirvió para conocer las dinámicas del clima en esta región: cuando cae la tarde, casi siempre una densa niebla proveniente de la cuenca del río Nechí asciende y cubre gran parte de Campamento, haciendo que se sienta un lugar bastante frío, a pesar de estar a 1800 metros de altura sobre el nivel del mar.
La cancha de las polillas
Luego de bajar de Chimborazo, de alistar lo necesario para el día siguiente y de jugar un partido de microfútbol con los muchachos del pueblo, sacamos las cámaras y nos fuimos a buscar polillas a una de las canchas del casco urbano. Para nuestra sorpresa, los potentes reflectores del lugar atraían una cantidad inmensa de polillas, chinches, escarabajos y demás insectos que observamos con detenimiento.
Sin darnos cuenta pasó el tiempo mientras registrábamos polillas de familias como Saturniidae, Sphingidae, Erebidae, Crambidae o Megalopygidae. Estas se posaban en las mallas y postes de la cancha, siendo tantas y tan llamativas que era difícil decidir a cuál prestar atención. Luego de varias horas de fotografiar y descubrir nuevas formas, llegó la hora de dormir para madrugar al día siguiente.
Algunas polillas observadas en Campamento, Antioquia
Rumbo a la Vereda La Quiebra
Muy de madrugada nos montamos en una escalera veredal para seguir el recorrido. La meta era llegar hasta la vereda La Quiebra, donde estaban las palmas de cera.
El camino hasta allí se hizo bastante largo, sobre todo por la carga que llevábamos; pero no fue impedimento para pajarear y registrar especies como el saltarín barbiamarillo (Manacus vitellinus) o el saltarín rayado (Machaeropterus striolatus), sin contar una gran cantidad de hormigueros, colibríes y tángaras que se dejaban ver de vez en cuando mientras bajábamos al Río San José y subíamos por la vereda La Polca bajo el sol del mediodía.
A eso de las 3 de la tarde llegamos a La Quiebra, un pequeño caserío en todo el filo de una montaña, rodeado de potreros y parches de bosque. Pasó poco tiempo hasta que se desatara un fuerte aguacero que duró varias horas, y gracias a la amabilidad de los lugareños pasamos la noche.
Al otro día muy temprano, y luego de conversar con las personas del lugar y oír hablar de especies como «la ruleta» o el gurrí (Aburria aburri), empezó la jornada. Primero llegamos hasta la escuela de la localidad, donde compartimos un rato con los niños y jóvenes hablando sobre la palma de cera e invitándolos a cuidarla.
Finalmente nos dirigimos hacia la zona de las palmas: un potrero rodeado de parches de bosque donde Ceroxylon sasaimae es bastante abundante. La intención, como comentamos al principio, era medirlas y obtener otros datos de interés. Para llegar hasta allí había que cruzar una carretera que pasaba entre el bosque. Era fácil distraerse al caminar, debido a la variedad de especies de flora e insectos.
El recorrido se transformaba a ratos en una especie de inventario fotográfico sobre la marcha, retratando todas las formas de vida posibles, para luego indagar sobre su identidad y generar un archivo fotográfico de esta zona poco estudiada.
Aves como el Chlorospingus flavigularis nos indicaban que estábamos en el chocó biogeográfico. La jornada, como casi siempre en la observación de aves, tenía tiempos muertos en los que parecía que ningún ave podría ser vista. Pero de un momento a otro aparecía inesperadamente algún colibrí, una tángara en lo alto de los árboles o el rey gallinazo surcando los cielos.
Midiendo palmas entre la niebla
Al llegar al sitio de las palmas de cera fue de especial interés el tamaño de estas. Algunas parecían medir más de 25 metros, y compartían el territorio con otras palmas del género Wettinia. Por desgracia, el hecho de que estas palmas estén en potreros impide que puedan reproducirse, aunque también hallamos individuos en el interior de los parches de bosque, donde sus semillas sí alcanzan a germinar.
El día transcurrió midiendo palmas y pajareando ocasionalmente. Un registro notable fue el de la cotorrita cariazul (Touit dilectissimus), que fue registrada precisamente alimentándose de frutos de Ceroxylon sasaimae. Además de esta, se escuchaban dentro del bosque algunos tororois (Grallaria hypoleuca) y tapaculos (Scytalopus atratus).
Sin darnos cuenta resultamos gradualmente bajo un manto de niebla espesa que impedía ver a pocos metros de distancia. Las palmas se elevaban imponentemente en este paisaje blanco y negro, la tarde fue adormeciendo y terminamos de este modo nuestra jornada, regresando a La Quiebra para amanecer de nuevo allí.
Las noches en La Quiebra eran también la oportunidad de registrar insectos atraídos por la luz: polillas, chinches, escarabajos, mantis y otros llegaban a los bombillos del caserío. Repartíamos el tiempo entre fotografiar insectos, escuchar búhos y estar pendientes del canto del gurrí (Aburria aburri) que según los pobladores era bastante común en los bosques aledaños.
Los días siguientes los pasamos de la misma manera, andando potreros, fotografiando y tratando de comprender un poco mejor estos bosques y su composición de especies. Poco a poco fue pasando el tiempo y llegó la hora de nuestro regreso, que realizamos por la misma ruta para coger la escalera de vuelta al pueblo. En el camino especies como el bienparado (Nyctibius griseus), la tángara pecosa (Ixothraupis guttata) el cucarachero bajatono (Microcerculus marginatus) y una orquídea llamda Prosthechea cochleata quedaron en nuestros registros y memoria.
Así culminó nuestro paso por La Quiebra, hogar de una de las palmas de cera más enigmáticas del país. Si quieres conocer más sobre esta especie y parte de los resultados de este viaje, próximamente saldrá un artículo publicado por Julián y otros expertos. Avisaremos por este medio en cuanto la publicación esté disponible.
Gracias a Julián Alzate, Nicolás Valdés y Felipe Quiceno por los aprendizajes y experiencias compartidas.